viernes, 6 de diciembre de 2013

Crónicas de un deseo 3



Somos cómplices de nuestra verdad, cómplices de nuestro deseo, cómplices de nuestras tardes de calor, cómplices del furor que emana de nuestro cuerpo cuando abrazados en cama nos encontramos y entre sueño y sueño nos unimos con firmeza.

¿Recuerdas cuando nos acurrucábamos? Cuando nos dormíamos por lapsos de tiempo y luego despertabas con nervios porque se te había hecho tarde, siempre quería mantenerte conmigo, pero sabía que tu razón podía más que mi locura, así que al final te marchabas. Extraño la calidez de mi cama cuando tu estas en ella, extraño tu cabello rozar con mi rostro y oler tu aroma a mujer, extraño tocar tu desnudez mientras me dedico a acariciarte con dulzura.


¿Recuerdas aquellos gemidos ahogados por nuestros besos? También los extraño, como tu cabeza descansar en mi pecho cuando agotada te encontrabas luego de temblar con nuestras piernas entrelazadas.

Como dos mitades de un rompecabezas nos uníamos, mientras nuestros corazones bajaban el ritmo de sus latidos, nosotros ya podíamos conciliar el sueño en una unión llena de sincronía entre pequeños besos y abrazos. Acariciaba tu cabellera mientras veía como lentamente tus pequeños ojos se cerraban para así conciliar el sueño, como si de un padre se tratase yo te observaba hasta verte dormir, sin dejar de acariciarte, te hablaba en mi mente mientras dormías, si tan solo me hubieses escuchado... Que feliz me sentía en aquellos momentos, que tengas la confianza para dormir entre mis brazos no es algo que tome a la ligera, representaba mucho, y yo no me podía perder ni un minuto de aquel espectáculo.

Mujer, difícil olvidar como reposabas conmigo, difícil olvidar tus uñas enterrarse como zarpas en mi espalda mientras colapsabas en mi andar sobre tu suave cuerpo de piel morena, difícil verte partir al anochecer por aquella vieja puerta de madera… La misma por la que entraste aquella tarde.

Te esperare, y te desnudare para sentir tus dientes incrustarse una vez más en mi hombro, ven a mí y sin vergüenza alguna, desnuda tu alma ante mí, sin controlar tus latidos, sin manipular tus sentidos, solo dejándote guiar por el deseo encontraras la firmeza que yo, ahora representare.

Sin remordimientos; libera las llamas que en el horno del pasado has dejado, ojala, ojala pudiera cambiar realidades, ojala pudiera evitar que sigas siendo un cuerpo lleno de un alma en pena en mi colchón.


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